19 de diciembre de 2011

EL PLACAJE

Los hay que dicen que los pericos nos quejamos en demasía de los arbitrajes. Que lo que un día te quitan, otro te lo dan. Quienes suelen decir esto, habitualmente profesan su amor a unos equipos que comienzan la Liga con unos cuantos puntos de más, regalo del colectivo arbitral. Y cuando por una extraña conjunción astral o bien por un error del juez de turno, les señalan un penalti incorrectamente o les anulan un gol por fuera de juego inexistente, nos lo recuerdan durante una semana, un mes o una eternidad (que se lo invoquen al espíritu de Guruceta).

Nosotros, a sufrir en silencio, como los del Racing, Sporting, Zaragoza, Sevilla y tantos y tantos equipos. Lo que sucede es que el Espanyol encandena una serie de rachas de errores que podrían hacernos sospechar a todos, incluso a los que nos declaramos ingenuos en esto de las confabulaciones federativas. Resulta que somos el equipo con peor balance de penaltis a favor y en contra de los 20 de primera división, y que ni recordamos cuando hemos realizado el último lanzamiento desde los nueve metros. Resulta que tenemos el peor balance también entre tarjetas recibidas y provocadas, a pesar de que en casi todos los encuentros hemos tenido más posesión de balón y nos han hecho más faltas. Resulta que nos han pitado el penalty más absurdo de la reciente historia de la Liga española, tras un balonazo en un ojo, bautizado ya como "ojonalty". Resulta que los porteros visitantes en Cornellà pueden perder tiempo sin ser tarjeteados por el árbitro hasta el minuto 89, mientras a Cristian Álvarez, con 4-1 en el marcador a nuestro favor, le llamó la atención el colegiado el día del Atlético.

Resultan tantas cosas, y tan extrañas, que comienzo a pensar mal. No quiero, pero no me queda otro remedio. Cuando el pasado sábado Sergio García superaba al último defensor del Sporting al borde del área y se disponía a encarar al portero, y fue zancadilleado y después literalmente placado al más puro estilo rugby, lo ví claro. El árbitro no tuvo más remedio que señalar falta, pero dejó al zaguero sportinguista sin tarjeta alguna, cuando reglamento en mano podía hasta haber enseñado la roja (por mucho menos Amat se fue al vestuario en el estadio del Levante).

Si ya de por sí nos cuesta lo que nos cuesta marcar gol, sólo falta que los defensas rivales cuenten con patente de corso para evitar cualquier jugada de peligro nuestra. Jornada a jornada, el Espanyol sigue sufriendo placajes, y no precisamente de los contrarios.